Primera entrega del nuevo hito literario en cuatro volúmenes de Karl Ove Knausgård: cómo explicar el mundo a la hija que va a nacer. «28 de agosto. Ahora, cuando estoy escribiendo esto, tú no sabes nada, nada de lo que te espera, nada del mundo en el que vas a nacer. Y yo no sé nada de ti. He visto una ecografía y he puesto la mano en la barriga en la que reposas, eso es todo. Faltan seis meses para que nazcas y cualquier cosa puede suceder en ese tiempo, pero creo que la vida es fuerte e inquebrantable, que te irá bien y que nacerás sana y fuerte. Ver la luz, se dice.» Así comienza En otoño, primer volumen del llamado Cuarteto de las estaciones, el ambicioso proyecto de Karl Ove Knausgård tras el acontecimiento internacional que supusieron las seis entregas de Mi lucha. Con el hilo conductor del nacimiento inminente de su hija, el autor se embarca en un nuevo proceso de escritura torrencial en el que conviven lo íntimo y familiar con las grandes preguntas universales. En su portentosa indagación, explora y exprime todo el potencial de la literatura más allá de los límites de la ortodoxia. Este primer volumen de la serie consta de tres cartas dirigidas a la hija que se está gestando en el vientre de la madre y de una suerte de enciclopedia personal para explicarle el mundo que le espera. En ella el autor reflexiona sobre los temas más variopintos, combinando lo sublime y lo escatológico, lo divertido y lo trágico, lo aparentemente nimio y los conceptos más profundos... Una sucesión de pinceladas cotidianas y sagaces cavilaciones, en las que tanto caben las manzanas, las avispas y el sol como los pedos, la sangre y las meadas; y en las que Flaubert, Van Gogh y August Sander conviven con los chicles, las bolsas de plástico y los petroleros. El autor nos habla también de las medusas y la migración de las aves, de la soledad y el dolor, del amanecer y el crepúsculo, de las latas de conserva y las botas de agua, de los rostros y los labios genitales... El resultado es un libro heterodoxo y deslumbrante. Karl Ove Knausgård posee el don de hacernos redescubrir con ojos nuevos todo lo que nos rodea.
«29 de enero. Estoy sentado en una silla, debajo de la ventana, en una habitación del hospital de Helsingborg. (...) Naciste ayer por la tarde y todo salió bien, aunque llegaste con más de un mes de antelación. (...) Estuviste despierta tal vez durante una hora después de nacer, me mirabas fijamente con tus ojitos negros (...). Sentir el calor de tu cuerpo contra el mío, percibir tu olor, que era tan delicioso y tan parecido al de tus hermanos, me llenó de la alegría más grande que he sentido jamás.» Con esta carta a la hija recién nacida culmina el segundo volumen del Cuarteto de las estaciones de Karl Ove Knausgård. Sigue el mismo esquema del precedente, al que completa: dos cartas escritas a la hija durante los últimos meses de gestación y otra redactada el día de su llegada al mundo enmarcan una nueva entrega de la particular enciclopedia personal del escritor para explicarle a la niña el entorno en el que va a vivir. Mientras espera expectante la llegada de su hija durante la estación más fría y melancólica, el autor –combinando lo autobiográfico y lo universal– explora temas como la primera nieve, los sonidos invernales, los regalos de Navidad, el frío y Papá Noel, pero también el deseo sexual, los cepillos de dientes, los trenes, los funerales, los átomos, el azúcar, la década de los setenta, los autobuses y autocares, las tapas de alcantarilla, los botines, las ventanas, el cerebro o las rutinas... La sucesión de temas da pie a evocaciones íntimas, toques de humor y reflexiones filosóficas más o menos heterodoxas. Knausgård posee una portentosa capacidad para hacernos redescubrir a través de la escritura todo cuanto nos rodea como si también nosotros fuéramos niños viéndolo todo por primera vez.
La portentosa culminación del Cuarteto de las estaciones. Una celebración del hecho de estar vivos en el mundo. «El mundo es intraducible, pero no incomprensible, mientras se conozca la sencilla regla de que nada de lo que expresa a través de sus miríadas de vida y criaturas va seguido de interrogaciones, sino solo de exclamaciones», le cuenta Karl Ove Knausgård a su hija en este volumen que cierra el Cuarteto de las estaciones.Llega pues el apoteósico final de este ambicioso proyecto. Se recupera aquí el formato de enciclopedia personal, en este caso marcada por el estío, lo cual da pie a hablar de la lluvia de verano y las lágrimas, los cerezos y los ciruelos, los cubitos de hielo y los helados, la pesca de cangrejos y las barbacoas... Y entre esas reflexiones siempre sagaces y heterodoxas, se intercalan entradas de un diario íntimo del escritor. Emergen, entre otros temas, sus proyectos literarios y la conflictiva relación con su padre durante la infancia, y se nos relata la historia ?que el abuelo a su vez le relató al autor? de una mujer que vivió un amor prohibido con un soldado enemigo durante la Segunda Guerra Mundial. Y asoma también, ahora que se cierra el ciclo, una reflexión sobre la capacidad de la literatura para explicarnos el mundo.Culmina uno de los proyectos más originales de la literatura contemporánea, un ejercicio de escritura que explora nuevas dimensiones y perspectivas, un texto sincero y arrollador que nos habla del sentido de la vida, de la búsqueda de la felicidad, de la asunción del dolor, de la belleza a veces terrible del mundo, del compromiso de la paternidad y de la emoción de estar vivos.